Según datos de ACNUR, 70,8 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares. Refugiados, muchos de ellos niños y jóvenes, que llegan a un país desconocido en busca de un futuro. Por eso, el trabajo que se realiza desde Gobiernos y empresas para integrarlos en la sociedad se ha convertido en una labor imprescindible.
¿Qué pasa cuando alguien tiene que abandonar repentinamente su casa, su entorno, su vida? ¿Qué ocurre cuando alguien llega a un país extraño sin haberlo planeado? Preguntas difíciles, o más bien imposibles, de responder para la mayoría de nosotros. No para Wafaa Almala. Esta joven refugiada tuvo que salir precipitadamente de Siria hace 6 años, junto a su familia, huyendo de una situación insostenible que acabó convirtiéndose en una guerra que a día de hoy persiste.
En 2011, la vida de la familia de Wafaa, como la de millones de personas, se vio alterada por los comienzos de una guerra. Manifestaciones, desorden público en determinadas zonas… salir de casa o hacer vida normal empezó a convertirse en algo peligroso: “mis padres tenían miedo de que pudiera pasarnos cualquier cosa a mis hermanos o a mí”, cuenta. Por eso, decidieron hacer las maletas y poner rumbo a un país en el que, a pesar de haber estado en alguna ocasión y tener familia y amigos, se sentían unos completos desconocidos. En un principio, la estancia aquí sería de unos meses, porque “nos fuimos con la esperanza de que todo terminaría, de que la guerra no estallase y de que todo volviese a la normalidad”, recuerda Wafaa. Sin embargo, en 2013, con el comienzo de la guerra química, todo cambió y la familia tomó la decisión de que, al menos de momento, España sería su nuevo hogar.
Wafaa Almala estudió Ingeniería Civil, pero cuando llegó a España se encontró con muchos problemas para convalidar su título. Por eso, decidió estudiar algo completamente nuevo: “elegí Enfermería porque después de todo lo que hemos pasado en Siria, me ha aflorado el sentimiento de ayudar a los demás. Recuerdo una vez que cerca de nuestra casa, se produjo una situación que nos obligó a abandonarla y lo único que llevaba en la mochila eran gasas, vendas, pastillas… Yo creo que es la única manera con la que podemos ayudar, ya que la guerra y las situaciones no dependen de nosotros”.
Santander Integra, la puerta a una nueva oportunidad
Confiesa que el acceso a la universidad no fue fácil. El idioma, la falta de clases para extranjeros, de ayuda u orientación sobre los pasos que tenía que ir dando se convirtieron en los principales obstáculos: “al final se me pasaban los plazos, me pedían el examen de Selectividad… Era como una falta total de información”. Después de mucho insistir, gracias a una voluntaria de ACNUR que le acompañaba en esta búsqueda, consiguió que la Universidad Camilo José Cela le concediese una beca para poder comenzar sus estudios.
Fue una vez allí cuando escuchó hablar por primera vez de las Becas Santander Integra, un respaldo que le ayudó a reescribir su futuro y a construir una nueva vida lejos de la guerra. Este programa, impulsado por Banco Santander a través de Santander Universidades, busca complementar la formación universitaria de los estudiantes procedentes de países en conflicto acercándoles a las realidades del ámbito profesional español y facilitar de esta manera su posterior inserción laboral.
Esta iniciativa refleja el compromiso de Banco Santander con los colectivos vulnerables y las personas en riesgo de exclusión, en este caso, los jóvenes universitarios refugiados de guerra que sólo buscan una oportunidad para retomar sus estudios y demostrar su talento. Un colectivo que forma parte de los 70,8 millones de personas en todo el mundo que se han visto obligadas a huir de sus hogares, según datos facilitados por ACNUR.
Para Wafaa Almala, además de la ayuda económica de 600€, lo mejor de participar en este programa ha sido haber conocido el sistema laboral de España en primera persona, y “haber contribuido a romper el estereotipo de que los extranjeros o refugiados no podemos llegar a trabajar en puestos importantes o en empresas grandes. En este caso, Banco Santander ha demostrado que todo el mundo puede tener las mismas oportunidades”.
La entidad presidida por Ana Botín ofreció a esta joven refugiada siria la posibilidad de realizar dos meses de prácticas en el Centro Médico de la sede de Santander España. Un periodo en el que Wafaa ha conocido a muchos empleados del Santander “a través de los que he podido comprobar que la gente solo quiere vivir en paz”. Gracias a la relación que ha mantenido con ellos, “nos hemos ayudado mutuamente: yo he podido lanzar el mensaje de que cualquier persona puede trabajar en lo que se proponga, independientemente de dónde venga o la historia que tengas detrás; mientras que a los empleados les ha ayudado a valorar todo lo que tienen”.
Preguntada por su futuro, Wafaa transmite una ilusión desbordante. No solo porque está convencida de querer focalizar su carrera profesional en la rama de enfermería escolar o educación sanitaria en nuestro país, sino porque cuando le preguntamos por el mensaje que le transmitiría a alguien que se encuentre en la misma situación en la que ella estuvo hace 6 años, su respuesta no puede ser más ejemplarizante: “le diría que nunca pare, que nunca mire hacia atrás… y sobre todo, que siempre sea positivo, porque todos podemos pasar momentos buenos y malos, pero si solo nos concentramos en lo malo, todo será negativo y no saldremos de ahí”.