Por Opinno Editor de MIT Technology Review en español. Belén Belmonte.

Pequeñas inyecciones de capital que ayudan a poner en marcha negocios, especialmente de mujeres con pocos recursos, para mejorar su vida y la de sus familias


Erradicar la pobreza es el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijado por la ONU para 2030. Acabar con el hambre en el mundo es el segundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), en 2017 aumentó por tercer año consecutivo la cifra de personas desnutridas en el planeta. De los 804 millones que había en 2016 a más de 820 millones (11% de la población mundial). Este organismo alerta de que estos niveles son propios de hace una década.

En 1974, Bangladesh sufrió una gran hambruna. Muhammad Yunus, un banquero bengalí, decidió prestar de su propio bolsillo un poco de dinero a personas endeudadas de su comunidad, pidiéndoles a cambio que se centrasen en su trabajo y lo devolviesen cuando pudiesen. El experimento resultó ser un éxito. Dos años después, con esta experiencia en mente, apostó por fundar el Banco Grameen, conocido como el “banco de los pobres”. Una entidad financiera destinada a ofrecer pequeñas inyecciones de capital a las personas que decidían emprender un pequeño negocio para el sustento familiar. En la práctica, muchos de los microcréditos que se conceden en el mundo, sobre todo en países subdesarrollados, los reciben mujeres porque son las cabezas de familia y gestionan los ingresos económicos. 

Ese fue el germen de un nuevo tipo de financiación: los microcréditos. Un sistema gracias al cual las personas con pocos recursos económicos pueden acceder a pequeños préstamos para poner en marcha sus negocios, sin necesidad de contar con un aval y beneficiándose de unos tipos de interés más bajos.

Alquiler de bicicletas, cultivos, comercios de alimentación, farmacias o peluquerías

Los proyectos que se han financiado gracias a estas pequeñas inyecciones son muy variados y continúan vinculados a su carácter social inicial. Las ONG y asociaciones que trabajan con comunidades de los países más pobres del mundo lo han adoptado como una herramienta de desarrollo, consiguiendo mejoras económicas y sociales colectivas. Estos son algunos ejemplos en el continente africano:

  • Alquiler de bicicletas en Tanzania: Las mujeres Kazi na Sala, con la ayuda de la organización sin ánimo de lucro TATU Project, ha conseguido poner en marcha un sistema de alquiler de bicis con el que los usuarios de su comunidad han ahorrado una media de 80 horas por mes en sus gestiones diarias. Una iniciativa que, además de suponer una fuente de ingresos para los mánagers de las bicicletas, facilita la vida comunitaria y el acceso a agua, atención sanitaria y alimentos.

  • Cultivo y comercio de productos básicos: En la ciudad de Kananga, en la República Democrática del Congo, los microcréditos de Manos Unidas han ayudado a consolidar y mejorar el pequeño comercio que llevan a cabo las mujeres para alimentar a sus familias. Se organizan para cultivar en plantaciones comunitarias y elaboran y venden pan, zumos o jabones, entre otras cosas.

  • Financiar a personas y proyectos concretos: PrestAD es una plataforma para poner en contacto a pequeños inversores y emprendedoras africanas. Los presupuestos oscilan entre los 100 y 300 euros, y llegan a las mujeres que lo necesitan gracias a la mediación desinteresada de la organización África Directo y de sus socios locales. La mayoría de los proyectos que se han puesto en marcha están relacionados con el cultivo y comercio de productos de alimentación y ropa, pero también han servido para abrir o ampliar restaurantes, farmacias y peluquerías.

El último Barómetro de la Red Europea de Microfinanzas, publicado en 2018, estima que a finales de 2017 el volumen total de microcréditos concedidos en todo el mundo ascendía a 114.000 millones de dólares, cantidad con la que se habían atendido las necesidades emprendedoras de 139 millones de personas con pocos recursos, principalmente en países asiáticos y sudamericanos.

En países como Brasil o México, Banco Santander concentra gran parte de su oferta microcrediticia. La mayoría de los pequeños préstamos están destinados al emprendimiento de mujeres que de otra manera no podrían hacerlo.

Grupos solidarios de mujeres en Brasil

En Brasil, a través de Prospera, la entidad impulsa el crecimiento de pequeños negocios. El 65% están liderados por mujeres cabeza de familia que, “en grupos solidarios formados por 3 o 4 personas, reciben préstamos de un importe medio de 600 euros sin necesidad de garantías adicionales”.

Una iniciativa que recientemente fue seleccionada y reconocida por Naciones Unidas como uno de los programas de inclusión financiera más prometedores, haciendo especial hincapié en la importancia de su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y subrayando cómo las microfinanzas y la inclusión financiera ayudan a impulsar la actividad económica y a lograr una mayor prosperidad en nuestras comunidades.

Microcréditos colectivos en México

También en México, Banco Santander lanzó en 2017 TUIIO, un programa de inclusión financiera para personas con bajos ingresos cuyo objetivo es tener un impacto social medible a través de una amplia oferta de productos interconectados. Para solicitar este crédito se deben reunir un mínimo de 8 solicitantes (microempresarios/as de confianza), de entre 20 y 75 años. Una vez formado el grupo, la entidad autorizará el crédito en un plazo de 24 a 48 horas. La devolución del préstamo es conjunta, de ahí la importancia de que exista cercanía entre los miembros del grupo. Semanalmente, juntan las cantidades a devolver de cada una de las partes y se realiza el pago en sucursales o cajeros. Este sistema, además de rápido y de tener otros beneficios adicionales, como seguros o asesoría, permite reducir los costes de la financiación convencional individual.

De los países en desarrollo a la Europa de la crisis económica

Desde la Asociación Española de Micropréstamos (AEMIP) afirman que “los microcréditos, una fuente de financiación normalmente vinculada a los países más pobres del mundo, están creciendo en Europa, otorgando a miles de personas una oportunidad de crear pequeños negocios y no caer en la pobreza”.

Créditos del ICO

En España, los microcréditos comenzaron a popularizarse a principios de los 2000 de la mano de las ya extintas cajas de ahorro y los institutos de crédito públicos como el ICO (Instituto de Crédito Oficial). Gracias a este último, en 2003, solo un año después de lanzar su línea de microcréditos, ya se habían puesto en marcha más de 100 empresas, creando 110 puestos de trabajo. En 2011, había más de 75.000 personas en España con microcréditos concedidos.

Vende tu idea y consigue hasta 25.000 euros

Los microcréditos en España suelen oscilar entre los 10.000 y los 25.000 euros, aunque algunas veces pueden ser algo mayores. Para obtener un microcrédito en España se debe presentar a la entidad financiera una idea y un plan de negocio viable y sostenible en el tiempo para llevarla a cabo. También pueden pedirse para expandir o consolidar un negocio que ya esté en funcionamiento. Pero no solo se requiere eso, para los bancos e institutos de crédito es importante conocer si esta es la única vía posible de obtener financiación para la persona que lo está solicitando.  

En España, con el apoyo de la organización Nantik Lum y sus microcréditos, también se han puesto en marcha varios proyectos promovidos por mujeres: 

  • Las Sofías, una peluquería africana situada en el barrio madrileño de Carabanchel que abrió Magatte Kandji.
  • Meteoro Jewells, una línea de joyería contemporánea que apuesta por el diseño y la calidad para invertir la tendencia del “usar y tirar” tan extendida en los complementos. Está liderada por la joven creadora Marta García.
  • Foodtruck Greenliving, con el que Viviana Olguín se gana la vida en el Club Deportivo Somontes (Madrid), donde ofrece comida y bebida gourmet a sus clientes.
  • Dunia, que se trasladó de la capital a Pedreguer, un pueblo valenciano, para montar La Sana, un obrador que trabaja con harinas ecológicas y masa madre natural, sin levadura, para elaborar pan artesano.

Muhammad Yunus, el creador de los microcréditos, decidió aprovechar su formación y su profesión de banquero para cambiar el mundo, y lo consiguió. Acabó con los altos costes de la financiación y su inaccesibilidad, posibilitando el emprendimiento a personas humildes y sin capacidad económica. En 2006, el bengalí recibió el Premio Nobel de la Paz por una trayectoria dedicada a ofrecer oportunidades de desarrollo a los más vulnerables.