Es necesario que haya diferentes organizaciones que ofrezcan educación financiera en distintos momentos de la vida de las personas, principalmente en función de su edad y situación laboral. Por ejemplo, las empresas pueden ofrecer educación financiera a los empleados, lo que a su vez puede contribuir a mejorar su salud financiera y, por consiguiente, la satisfacción y el ánimo de la plantilla. De manera similar, los ayuntamientos y Gobiernos locales pueden ofrecer cursos a los adultos en paro.

Principales conclusiones de los diez mercados:

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  • Los encuestados opinan que, por encima de las organizaciones benéficas o las empresas, las escuelas y los padres son los principales responsables de enseñar educación financiera: Los encuestados consideran que, hoy en día, las escuelas y los padres deberían garantizar la educación financiera de los niños, en ambos casos, con un porcentaje de respuestas del 91 %. 
  • Los encuestados consideraron la educación financiera como la segunda asignatura más importante que preferirían que se enseñara en las escuelas, por encima de otras tradicionales como la historia o las ciencias. 
  • La realidad es muy distinta: El 84 % de quienes no recuerdan haber recibido educación financiera en edad escolar afirmaron que les habría gustado haberla recibido. 
  • Sigue habiendo interés entre los adultos por realizar cursos de educación financiera: El 73 % de los españoles afirmaron que les gustaría participar en uno, y el porcentaje llega al 86 % en el grupo de entre 25 y 34 años. 
  • Los bancos deberían participar en la prestación de estos cursos: El 80 % de los estadounidenses y el 91 % de los argentinos consideran que los bancos tienen una responsabilidad en lo que respecta a la educación financiera.

Sin embargo, los ejemplos anteriores dependen mucho de cada lugar y momento, y no reflejan una realidad universal. Para solucionar esta laguna, lo más eficaz para impartir educación financiera a todos los miembros de la sociedad sería utilizar las escuelas para involucrar a niños y padres. A diferencia de las organizaciones benéficas u otros proveedores privados, las escuelas pueden llegar al mayor número y a la mayor diversidad de personas. Dado que los hábitos financieros empiezan a formarse entre los 3 y los 7 años, esta práctica también ayudaría a fomentar la alfabetización financiera desde la infancia.