Es necesario que haya diferentes organizaciones que ofrezcan educación financiera en distintos momentos de la vida de las personas, principalmente en función de su edad y situación laboral. Por ejemplo, las empresas pueden ofrecer educación financiera a los empleados, lo que a su vez puede contribuir a mejorar su salud financiera y, por consiguiente, la satisfacción y el ánimo de la plantilla. De manera similar, los ayuntamientos y Gobiernos locales pueden ofrecer cursos a los adultos en paro.