Gobiernos y bancos en la crisis del Covid-19

Santiago Carbó Valverde

Catedrático de Economía de CUNEF y Director de Estudios Financieros de Funcas

El Covid-19 es un desafío para el conocimiento científico y el control epidemiológico. También un trance complejo y humanamente muy sensible para paliar los efectos económicos y sociales.

El militar prusiano Carl von Clausewitz, teórico adelantado de la ciencia militar, señalaba que “el combate determina todo cuanto se refiere a las armas y los equipos, y éstos a su vez modifican la esencia del combate.” En la resolución de esta pandemia saldrán con más fuerza aquellos países con una fuerte cohesión institucional, en el que los principales actores políticos, económicos y sociales se apoyen entre ellos y remen fuertemente en la misma dirección. Sin resquicios. En este contexto, las entidades financieras de todo el mundo se presentan como soldados activos, con armadura reforzada y equipamiento distinto al que llegaron a la crisis financiera de 2008. La colaboración entre gobiernos, agentes económicos y sociales y entidades financieras es unidad de acción para vencer.

Aunque hay diferencias en las acciones aprobadas entre países (subsidios, ayudas directas, moratorias, garantías distintas), tienen el denominador común de la importancia de los bancos en los canales de financiación y de cadena de pagos. Existe una red productiva y humana en todo el mundo que precisa de la financiación necesaria para “hacer puente” entre la situación pre-coronavirus y post-coronavirus. Toda acción es condicional en tres factores. Primero, la duración de las medidas de confinamiento. Segundo, la capacidad de que la financiación llegue rápido y con contundencia. Tercero, la falta de sincronía con la que el virus se reproduce en los distintos países dificulta que la economía sea plenamente abierta durante algún tiempo.

Basta con repasar las diferentes medidas adoptadas para comprobar el papel central del sistema financiero, con especial énfasis en la Unión Europea.

Basta con repasar las diferentes medidas adoptadas para comprobar el papel central del sistema financiero, con especial énfasis en la Unión Europea. Los bancos centrales han actuado con contundencia desde el comienzo de esta crisis. La Reserva Federal americana y el Banco de Inglaterra -al igual que otros bancos centrales en Latinoamérica- han bajado tipos de interés y han aumentado notablemente sus programas de compra de bonos (quantitative easing). Incluso el Banco de Inglaterra ha anunciado que temporalmente financiará al gobierno británico sin límite a través del “descubierto” que históricamente ha gozado el Tesoro británico en su banco central. Una medida heterodoxa, que refleja claramente el “whatever it takes” de los bancos emisores. En cuanto al Banco Central Europeo, a diferencia de lo que ocurrió en la crisis financiera -y a pesar de ciertas dudas iniciales- actuó con contundencia y anunció su Programa de Compra de Emergencia Pandémica. 750.000 millones de euros que podrían aplicarse de forma flexible (según las necesidades) hasta finales de 2020. Asimismo, ha reforzado sus subastas de LTROs y TLTROs.

No menos importante es adaptar el marco prudencial a la excepcionalidad. El reconocimiento de la pérdida esperada es una herramienta prudencial esencial pero, en tiempos de shocks negativos, es preciso también que se produzca un cierto alivio macroprudencial. Activar mecanismos anticíclicos que permitan a las entidades financieras coadyuvar a la recuperación del crédito. En este sentido, el Comité de Solvencia de Basilea relajó los criterios de pérdida esperada el 2 de abril.  La Autoridad Bancaria Europea (EBA) y la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) han publicado comunicaciones en marzo y abril relajando algunos criterios contables y de dotación de provisiones relativos a la moratoria en pagos de las empresas. Podrán utilizar reservas ya existentes por un montante de 120.000 millones para absorber pérdidas o financiar hasta 1,8 billones de euros. La flexibilidad será total para los créditos con garantías públicas. Supervisores bancarios de otros países (Estados Unidos, Reino Unido, entre otros) han seguido estrategias similares de alivio macroprudencial.

La contundencia fiscal (medida como porcentaje del gasto público comprometido del PIB) en las respuestas ha sido asimétrica.

La contundencia fiscal (medida como porcentaje del gasto público comprometido del PIB) en las respuestas ha sido asimétrica. El menor margen fiscal que tienen algunos de los países más afectados en Europa (Italia, España) ha abierto el debate sobre una respuesta fiscal a escala europea. Es clave que la UE también ayude a propiciar una financiación efectiva. El Eurogrupo aprobó el 10 de abril un paquete de medidas de 500.000 millones de euros. Se emplearán las líneas de crédito del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) hasta 240.000 millones, fundamentalmente para sufragar gastos sanitarios. También se aportarán 200.000 millones del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en forma de garantías para pymes. Y se crea un fondo europeo contra el desempleo de 100.000 millones de euros. Se debate también un Fondo de Reconstrucción Europeo que, en todo caso, solamente será operativo a partir de otoño de 2020 y parece que operará con alguna condicionalidad. Un marco unido potente de la UE ayudará a evitar tensiones financieras futuras.

Aun con estas medidas, el concurso activo de las entidades financieras parece esencial. De hecho, muchas medidas públicas ponen en las entidades bancarias gran parte de la responsabilidad. Destacan tres medidas. La primera, la moratoria en el pago de préstamos. Fundamentalmente en hipotecas, pero también en crédito a pymes. En segundo lugar, la financiación bancaria con garantía estatal, para mantener el pulso de la actividad diversificando riesgos. En tercer lugar, con inyecciones de capital directas en empresas, para reforzar la solvencia. Será clave el músculo financiero,  el know-how y la capacidad y “expertise” de análisis de riesgos del sector bancario. Quedan vías abiertas de colaboración público-privada. Por ejemplo, la compra de deuda de pequeñas empresas por parte de bancos centrales o de su titulización.

Muchas medidas públicas ponen en las entidades bancarias gran parte de la responsabilidad. 

Por último, las entidades financieras han optado por una estrategia anticipativa: asumir los costes para poder entrar de lleno en la batalla. En el primer trimestre de 2020 los bancos han realizado ingentes provisiones para recoger la pérdida esperada por el Covid-19 por deterioro de activos. Con este reconocimiento se puede afrontar desde una perspectiva más realista el reto de la financiación.

Todo ello revela la importancia de cohesión institucional entre todos los agentes económicos, sociales y financieros. Remar a una. Si hay un sector central, es el financiero. El pilar de la tan necesitada liquidez para empresas y ciudadanos en todo el mundo.


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