Se trata de un desafío urgente en el que el sector financiero desempeña un papel importante para encontrar soluciones innovadoras para las empresas.

Haces un pedido online y el paquete llega unos días, o semanas, más tarde. O no llega porque no hay stock de ese producto que quieres comprar. Estos inconvenientes que sufrimos con cierta asiduidad esconden un problema bastante más grave.

Oímos constantemente menciones a los problemas de la “cadena de suministro”, intentando simplificar un concepto que tiene una dimensión mucho más compleja de lo que parece. Pese a su nombre, una cadena de suministro no es una simple serie de eslabones que, si se rompen, se caen. Su perfil se asemeja más al de un árbol en el que muchas ramas llegan a un tronco común.

Esto presenta un problema porque grandes empresas, como los fabricantes de teléfonos móviles, cuentan con cadenas tan complicadas y opacas que hacer que todos los componentes tomen, por ejemplo, las mismas medidas para el cambio climático o anticiparse a posibles problemas locales de algunos de ellos, se torna en un desafío colosal. Cada nodo es un punto de vulnerabilidad cuya ruptura podría enviar ondas dañinas en todas las direcciones de la cadena.

La globalización de la economía ha provocado la deslocalización de numerosos procesos de producción por parte de muchas empresas que comercian a nivel mundial. El formato más extendido, el “just in time”, que intenta reducir los costes logrando un movimiento de las mercancías en el momento exacto para no tener que almacenar un exceso de componentes, ha funcionado bien mientras la demanda era predecible. Un esquema que, ya se venía avisando que no era sostenible hace tiempo, y que ha saltado por los aires.

La llegada de la pandemia aceleró y amplificó los problemas estructurales y los desequilibrios subyacentes de la cadena de suministro. Esto, unido a las tensiones políticas y al aumento de los precios de la energía a nivel mundial, ha acabado de configurar un escenario de “tormenta perfecta” que tiene que hacer frente a momentos de cambio radical de la demanda: en unos productos, crece de manera brutal en poco tiempo, y en otros, se ha desplomado igual de vertiginosamente.

El cambio en los flujos comerciales supone que los modelos tradicionales de la cadena de suministros se han demostrado ineficientes para asumir el impacto de este tipo de situaciones. Un hecho que se ha agravado aún más en 2022 con la invasión de Rusia a Ucrania, que ha dado lugar a importantes sanciones económicas contra Rusia y ha repercutido en gran parte de la cadena de suministro mundial, sobre todo con el aumento de los precios del petróleo y el gas.

¿En algún momento se volverá a una situación “como la de antes”?

Las previsiones de los expertos es que no vamos a volver a un estado prepandemia, puesto que en todo el mundo existe otro riesgo, subyacente y permanente, que hace tambalearse a la cadena de suministro. A la disrupción de la pandemia y la convulsa situación geopolítica, se suma el efecto sistémico que está provocando el cambio climático en la cadena de suministro antes y después de 2020.

Sucesos extremos, como huracanes, inundaciones, incendios forestales, etc. sacuden la economía mundial, dejándose notar cada vez más en puertos, carreteras y fábricas. Y no se prevé que mejore. Según académicos y expertos, el impacto del cambio climático en la cadena de suministro es al que menos publicidad se le está dando, aunque es el que plantea una amenaza mucho más grave y con efectos persistentes frente a factores temporales como la pandemia o la guerra de Ucrania. 

El gran problema, como indica Dale Rogers, profesor de negocios de la Universidad Estatal de Arizona en un artículo publicado en la revista Wired, es que “los especialistas en logística siempre intentan ejecutar la estrategia, pero no necesariamente desarrollarla. Están tratando de descubrir cómo hacer que algo sucede ahora, y el cambio climático es un problema a largo plazo”. De entre todas las amenazas, la que se indica como más perniciosa es la subida del nivel del mar provocado por el aumento de la temperatura global y los puertos, las líneas ferroviarias, las carreteras y otras infraestructuras de transporte y suministro se verán amenazados por aumentos en el nivel del mar que pueden ir de 50 cm a 2 metros.

Lejos de ser un problema que solo afecte a las infraestructuras o el transporte, en realidad, la cadena de suministro está interconectada con muchos otros factores, lo que puede provocar un efecto dominó en el que se intensifiquen las perturbaciones y se propaguen por la economía mundial con efectos como aumentos de precios y escasez de todo tipo de bienes, desde productos básicos agrícolas hasta productos electrónicos de última generación. Como dato, el coste de transporte de un contenedor por el océano Pacífico se incrementó de 2.000 a 15.000 dólares antes y después de la pandemia.

Camino y soluciones

Por tanto, estamos ante un escenario de "nueva normalidad" pospandemia, potencialmente, muy volátil en la que la necesidad de estar preparados es apremiante.  Es necesario el desarrollo de herramientas para gestionar las operaciones comerciales con mayor flexibilidad y con el menor coste posible, dentro de un contexto de transición energética para las empresas.

Algunas de las soluciones que se están implementando, ante posibles interrupciones de sus canales de suministro, son el aumento de inventarios o el desarrollo de cadenas de suministro duales –con dos vías o rutas para recibir el mismo producto–. Sin embargo, esto solo evita la escasez, aumenta los costes de producción y estocaje.

El reto, por tanto, está en generar un cambio total, tanto de los proveedores como de los grandes concentradores, a todos los niveles. En este panorama, especialmente las grandes compañías financieras como Banco Santander tienen un papel fundamental y la responsabilidad de ponerse del lado de las empresas para ayudarles a superar retos y encontrar soluciones innovadoras. Asegurar el suministro y la necesidad de acumular grandes cantidades de inventario bajo el nuevo modelo “just in case”  ha sido quizás el problema logístico más común actualmente y con mayor impacto en los balances y flujos de circulante de las compañías. Desde el punto de vista de la financiación, Santander Corporate & Investment Banking (SCIB) ha desarrollado soluciones que apoyen a nuestros clientes a gestionar estos problemas sin impactar a su apalancamiento y ayudando a mejorar la gestión de circulante. De este modo, se está ayudando a las empresas a desarrollar una mayor capacidad y flexibilidad de las infraestructuras de transporte, a reforzar las existencias de seguridad y los inventarios, a realizar operaciones logísticas más ágiles y digitalizadas, a deslocalizar componentes críticos y a encontrar acuerdos de suministro alternativos para reducir la dependencia de sus redes actuales y todo ello desde una óptica positiva en sus Estados Financieros.

Al mismo tiempo, no se puede perder el foco en una transición hacia una economía más verde. No solo contribuyendo a la descarbonización de la atmósfera –Santander es neutro en carbono y apuesta por ser Net Zero en 2050– y, por tanto, a la lucha contra el cambio climático y el aumento de la temperatura global de manera individual. También se tiene que trasladar este espíritu a todas las relaciones con proveedores, productos y marcar la pauta y ejemplo para los clientes. Desde el uso de energía verde, eliminar la exposición a la minería del carbón al 100% en 2030 y facilitar la movilización de 220.00 millones de euros en financiación verde son algunos de las iniciativas y objetivos que se ha marcado el banco para lograr un futuro más resiliente y verde a todos los niveles.

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