Muchas personas, en algún momento de sus vidas, se han replanteado el emprendimiento. Sin embargo, las dudas o el desconocimiento de por dónde empezar han supuesto un obstáculo en el camino de ver materializada su idea de producto o servicio. Para tratar de superarlo, a continuación, repasamos cinco claves. 

Una app móvil para recibir ofertas y descuentos de supermercados, un servicio de cuidado de mascotas mientras sus dueños están de vacaciones, una peluquería… Todos tenemos aficiones como la tecnología, los animales o el cuidado personal, y, en muchos casos, hemos imaginado cómo sería dedicarnos a ello por cuenta propia, e incluso poder crear una empresa con otros profesionales. Así, la idea de emprendimiento, en algunas ocasiones, se queda en nuestras mentes o en conversaciones, pero en muchas otras, las personas deciden dar un paso al frente y hacerlo realidad.

Sin embargo, no basta con tener una idea que consideremos buena: el emprendimiento debe ser una decisión muy meditada y planificada para avanzar en la dirección correcta. Estos son cinco de los aspectos más importantes que no pueden pasar desapercibidos.

1. Autoconocimiento

Es un paso fundamental a la hora de emprender un negocio, pero, en muchos casos, queda en el olvido. Si queremos construir un negocio, entender e impulsar una idea o un producto o servicio, tenemos que comenzar sabiendo quién está detrás de él; es decir, analizándonos a nosotros mismos. 

Aunque muchas veces hayamos pensado en iniciarnos en el emprendimiento, no siempre estamos preparados para ello. Debemos estar seguros de que nos apasiona lo que vamos a ofrecer y de que estamos dispuestos a asumir los esfuerzos que entraña hacerlo. 

2. Análisis del mercado

Hay que estudiar en detalle el estado pasado y presente del mercado, para descubrir su evolución, así como los grandes retos a los que se enfrenta. Además, tenemos que identificar a los principales competidores, observando cuál es su rol y comportamiento. Por otro lado, es fundamental que conozcamos aquellos factores que pueden incidir directa o indirectamente en la actividad; por ejemplo, la legislación vigente. 

3. Creación de un plan de negocio 

No basta con quedarnos en lo más básico, respondiendo a la pregunta “¿en qué consiste mi oferta?”. Debemos resaltarla a través de una propuesta de valor, que aporte algo novedoso o se diferencie de alguna forma de lo ya existente. 

Así, iremos determinando aspectos fundamentales como: 

  • La misión: se trata del cometido de nuestra actividad.
  • La visión: es una expectativa ideal para alcanzar en el futuro.
  • Los valores: hace referencia a los principios que guiarán las actuaciones tanto de la organización en su conjunto como de cada una de las personas que lo compongan.
  • El público objetivo: son sujetos con unas determinadas características sociodemográficas, conductuales, etc. a las que se dirigirá la oferta.
  • Los objetivos: son las metas que debemos fijar siguiendo el criterio SMART, cuyas siglas provienen de specific, measurable, achievable, relevant y time based -en español: específico, medible, alcanzable, relevante y con límite de tiempo-. 

4. Delimitación de los recursos 

Puede ocurrir que nos centremos tanto en qué hacer, que dejemos a un lado cómo llevarlo a cabo. Es fundamental tener muy presente que, para desarrollar una actividad, necesitaremos contar con ciertos recursos como puede ser un lugar de trabajo -algunas organizaciones de tamaño pequeño y mediano, cuyo negocio se lo permite, optan, cada vez más, por el coworking- o las herramientas digitales, entre otros, que agilizarán y harán más eficientes los procesos. 

5. Estimulación el networking 

Crear y potenciar una red de contactos es muy provechoso en cualquier etapa del negocio, pero cobra un sentido especial en la fase inicial. Gracias a las relaciones con otros profesionales, podemos fomentar sinergias positivas que deriven en posibles colaboraciones, compartir buenas prácticas y, especialmente, aquellas experiencias más negativas que sirvan de aprendizaje. 

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