Con el inicio de la guerra en Ucrania a principios de 2022, los expertos de la consultora estratégica McKinsey identificaron 12 tendencias con una capacidad disruptiva nunca antes vista. Seis meses después han revisado estas previsiones analizando la escala real alcanzada por cada una de estas tendencias, su duración, el impacto de las políticas de los gobiernos, la actuación de los consumidores y la respuesta de las empresas.

La primera y más grave consecuencia generada por la guerra ha sido una crisis humanitaria nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial. Alrededor del 30% de la población del país ha sido desplazada, lo que ha tenido un impacto directo en las ratios de inmigración de los países vecinos, con índices que alcanzan, como en Eslovaquia, hasta el 101% de aumento interanual. A largo plazo, esto supondrá un enorme reto para esas sociedades, que tendrán que acometer la integración de muchas de estas personas, con incidencia especial en sus mercados laborales. 

Relacionado con esto, se ha constatado una vez más que los más débiles siguen siendo los más afectados por las consecuencias económicas del conflicto. En toda Europa, el precio tanto de la energía como de la cesta de la compra está impactando en las economías familiares más modestas. Solo en los alimentos, el incremento de los precios puede alcanzar hasta el 45% a finales de año, lo que empujará a muchas personas al límite de la pobreza. A nivel macroeconómico, se esperan efectos similares para los países que incluyen elevada inflación, desaceleración del comercio internacional, depreciación de la moneda y problemas para afrontar los pagos de la deuda.

La guerra de Ucrania también ha puesto de manifiesto un problema latente desde hace años, la dependencia energética europea de Rusia. Las nuevas políticas nacidas del conflicto se dirigen a contrarrestar este poder y buscan garantizar el acceso y la diversificación de fuentes de suministro en un horizonte tan próximo como 2023. Al mismo tiempo, la importancia de Ucrania a nivel mundial como principal proveedor de trigo y otros productos básicos para la cadena de suministro ha puesto en guardia a los gobiernos de todo el mundo, que han activado mecanismos para garantizar la producción de alimentos y materias primas. A pesar de todo, se presenta un otoño complicado, con el 40% de la cosecha ucraniana en peligro para 2022, unido a los problemas de suministros de fertilizantes a nivel mundial.

Todo esto es reflejo de los problemas logísticos que se producen en todo el mundo y para todos los sectores. Tras el parón que supuso la pandemia de covid-19, la demanda de materias primas e industriales aumentó y, con la guerra, los precios del carbón, el acero o el níquel se dispararon debido a que Rusia y Ucrania son proveedores de hasta el 50% de algunas de estos productos. Según McKinsey, la desaceleración que se ha producido durante el verano sólo es una situación temporal ya que se prevé que sigan encareciéndose. 

Todos estos factores influyen en la siguiente tendencia: la aparición de nuevas técnicas de gestión de la cadena de suministro. Conceptos como el dual sourcing, que se han incrementado un 55% desde el inicio de la guerra, son algunas de las formas que está adoptando la reconfiguración de la cadena de suministro para lograr una mayor resiliencia futura. Ahora bien, hasta lograr un cambio completo, industrias como la tecnológica o la construcción seguirán tensionadas. Esto ha hecho surgir la idea del friendshoring, que no es otra cosa que la alianza de varios países con valores e intereses comunes que establecen alianzas de colaboración para lograr una posición más sólida a la hora tanto de comprar como vender materias primas y productos.

Globalización

La globalización también se ha visto afectada por la guerra. En especial, la idea de una internet compartida, un sistema de información de acceso libre. Muchos países están optando por limitar el acceso de sus ciudadanos a ciertos servicios para favorecer plataformas propias y afines. Esto también se ha dejado notar en la batalla por los estándares de software y hardware que se están fragmentando, una tendencia que no ha hecho sino acrecentarse desde la guerra al crecer la desconfianza entre los diferentes bloques de países a nivel internacional.

El informe destaca que si hay una disrupción de la que no se puede vaticinar un resultado es el efecto de la guerra en los sistemas financieros. Cerca de 75.000 millones de activos están en riesgo en Rusia. Inflación, burbuja deflacionaria en China o el riesgo de crédito por parte del sector bancario en la sombra son solo algunos de los efectos a los que está expuesto el sistema financiero internacional. El más importante, y preocupante, sería una recesión provocada por la inflación, que podría durar entre 12 y 18 meses, un escenario ante el que, afortunadamente, la mayoría de bancos están preparados, ya que cuentan con balances saneados y podrán mantener el ritmo de concesión de créditos cuando más falta podría hacer. 

Sobre esta cuestión, Ana Botín afirmaba en una entrevista en calidad de presidenta de la Federación Bancaria Europea: “El sistema financiero europeo es muy, muy fuerte. Podemos resistir lo que se avecina que son tiempos más difíciles que los que esperábamos. En algunos países y algunos bancos tienen más exposición. Como he dicho en España, es muy mínimo. Por tanto, los bancos serán parte de la solución, como lo fuimos durante la covid. Estamos bien capitalizados. Tenemos liquidez. Hemos mejorado enormemente la gestión del riesgo. El sistema va a capear bien el temporal, pero, dicho esto, no somos complacientes porque este es un asunto muy serio. Estamos ante una guerra y hay mucha incertidumbre.”

Una guerra, por otra parte, tiene un efecto inmediato en el aumento en el gasto en defensa, no solo de los países en conflicto, también los de su entorno y, al fin y al cabo, de todo el mundo debido a las diferentes redes de alianzas. 

Además, la guerra no solo se lucha en la trinchera, con balas y misiles. El conflicto ucraniano es también el primero que, masivamente, se traslada al ciberespacio. Esto se traduce no solo en robo de información sino en constantes caídas de los servicios y comunicaciones a nivel mundial, además de la proliferación de malware y una constante campaña de desinformación.

Momentos tan complicados hacen también que los principales actores a nivel mundial tengan que tomar partido. De las 281 empresas del Fortune 500 presentes en Rusia antes de la guerra, el 70% han salido o están en proceso de abandonar este mercado. Una reacción del sector privado que se produjo casi de manera inmediata en los primeros días de la invasión y se ha respaldado a todos los niveles, desde los consejos de administración, accionistas y empleados.

Finalmente, si hay un concepto que resume de manera perfecta la situación y que es una tendencia que se mantendrá en los próximos años es la volatilidad

Cualquier previsión a largo plazo es susceptible de verse modificada en un abrir y cerrar de ojos. Algo que, por otra parte, no es nuevo ya que, en tiempos de guerra, la paralización de la economía siempre ha sido la norma. Esta guerra y sus efectos en los precios de la energía y materias primas hacen que sea imposible adelantarse a unos cambios que llegan de un día para otro. Los mercados han reaccionado de manera muy diferente a la pandemia, y desde las empresas se ve la volatilidad y los riesgos geopolíticos como los principales problemas para el crecimiento.