La diferencia entre gastar más dinero de lo recomendable y utilizarlo adecuadamente puede estar en los pequeños detalles. No importa si hablamos de compras por Internet, en un supermercado o de servicios como ir a comer a un restaurante: siempre es posible mejorar nuestros hábitos de consumo para que no afecten a nuestra economía.

Es un error común pensar que el bienestar financiero significa tener dinero para asumir nuestras obligaciones de pago (por ejemplo, aquellas derivadas de la tarjeta de crédito, el alquiler o la hipoteca, los préstamos, etc.), cubrir las necesidades básicas (como la alimentación o el transporte) o darse algún que otro capricho. Pero, en realidad, no se trata únicamente de la cantidad de recursos disponibles, sino de la forma en la que estos se gestionan para lograr un balance saludable entre los ingresos, gastos, ahorros y también las deudas.

Así como la salud física depende de aspectos muy particulares, como el estilo de vida, la alimentación o la genética, entre otros; con el bienestar económico ocurre algo parecido, pues de acuerdo con el salario que ganemos, los gastos que tengamos o la forma en la que administremos nuestras finanzas personales, es posible que necesitemos, o no, tomar medidas para que nuestra economía goce de buena salud.

Como vemos, cada economía personal es diferente, por lo que no hay una misma fórmula que sirva para gestionarlas todas correctamente, pero lo que sí existen, y suelen ser frecuentes en muchos casos, son una serie de conductas o sesgos financieros que pueden influir en las decisiones económicas. Por ello, en esta ocasión acudiremos al ejemplo de Diana para contarte cómo puedes aplicar algunos trucos para que tus hábitos de compra y consumo no deterioren tu salud financiera.

1. Comparte o reduce los gastos siempre que puedas

Diana es una joven a la que le gusta disfrutar de su tiempo libre viajando, visitando restaurantes nuevos y leyendo, entre otras actividades de ocio. Hace unos meses, revisando su extracto bancario, notó que pagaba más de lo que se podía permitir entre el combustible de su coche, las reservas de hotel y restaurantes, y las visitas a las librerías, por lo que buscó una alternativa para reducir el coste. 

La solución la encontró en la economía colaborativa, un modelo económico que se basa, justamente, en compartir productos o servicios como los libros, el transporte o el alojamiento. Ahora, en lugar de viajar sola, lo hace en compañía de otras personas que vayan al mismo destino para dividir el gasto del combustible, o busca hospedaje a través de aplicaciones de intercambio de casas entre particulares, por ejemplo.

Además, descubrió que puede encontrar algunos libros que le interesan en el mercado de segunda mano o también en formatos digitales, a un precio mucho más reducido. En este sentido, cada vez hay más plataformas para ello que cuentan, incluso, con planes para compartir con amigos o familiares.

2. Cuida tus hábitos en Internet

Las tiendas online son una opción muy fácil y rápida para comprar lo que necesitamos sin salir de casa, pero, como le ocurría a Diana, también se pueden convertir en una tentación al alcance de la mano y que nos empuja a gastar dinero. 

Ella tenía varias aplicaciones de comercio electrónico instaladas en su teléfono inteligente, por lo que, cuando encontraba un artículo que le llamaba la atención, simplemente con un clic realizaba la compra instantáneamente, pues los datos de su tarjeta bancaria estaban guardados en cada una de estas. Diana utilizaba esta opción con frecuencia hasta que fue consciente de que el saldo de sus cuentas disminuía con rapidez.

Entonces decidió probar con un truco muy sencillo, pero efectivo: eliminar los datos de sus tarjetas en todas las aplicaciones y tiendas online. Con el paso de los días, comprobó que así podría controlar mejor el impulso de compra, pues no siempre tenía a mano la tarjeta para introducir los dígitos o, mientras que la buscaba, ya había tenido tiempo de reflexionar y darse cuenta de que no lo necesitaba. 

También empezó a fijarse con anticipación en el precio de los productos que le interesaban para saber si, en épocas de descuentos y rebajas, suponían, o no, algún ahorro. En resumen, Diana empezó a consumir de una forma menos impulsiva y más informada.

3. Utiliza el tiempo como aliado para no gastar el dinero

Cuando recibía su salario, a Diana le gustaba darse un capricho. Algunas veces iba a comer a un restaurante nuevo, invitaba a sus mejores amigos a tomar algo o se compraba algún dispositivo electrónico. En aquel momento ese gasto le parecía pequeño si lo comparaba con el dinero que tenía en la cuenta. Pero con el paso de los días, cuando empezaba a pagar las facturas, el alquiler, la compra del supermercado, etc., se daba cuenta de que, tal vez, había empezado muy pronto a gastar sus ingresos.

Para evitar cometer el mismo error en el futuro, decidió limitar la cantidad que iba a destinar al ocio mensualmente. Además, esperaría un tiempo determinado antes de empezar a gastarla. Para ello, probó con la regla de las 24 y 48 horas sin utilizar el dinero e, incluso, con la de los siete días. 

Como vemos, se trata de un truco que tiene diferentes variantes, pero un mismo objetivo: mejorar la disciplina para resistir a los impulsos de compra. Sin embargo, a la hora de llevarlo a la práctica siempre dependerá de la situación y las necesidades económicas de cada persona.

¿Sabías que tus decisiones financieras pueden afectarte más allá de lo económico? En este artículo de Openbank descubrirás la relación que hay entre tu salud financiera y tu salud mental.

4. Intenta hacerlo tú mismo

Do It Yourself (Hazlo tú mismo, en español) es una tendencia que surgió en Estados Unidos y se exportó a todo el mundo a través de Internet. Su éxito depende, en gran parte, de las habilidades e intereses de cada persona, tanto si se trata de expertos como de principiantes que acuden a videotutoriales para aprender a hacer algo. 

En el caso de Diana, ahora ella aprovecha la ropa que tiene en casa y compra los materiales que le hacen falta para diseñar los disfraces que su hijo necesita para las obras de teatro del colegio. Además, con esta práctica de reutilizar, también contribuye al cuidado del planeta, reduciendo el consumo de los recursos naturales.

Otro ámbito donde ha ahorrado es en la cesta de la compra: ella solía elegir la fruta pelada, partida en trozos y lista para consumir, lo que suponía un mayor precio; ahora la compra entera y se encarga de prepararla ella misma. Ocurre lo mismo con muchos otros alimentos (verduras, carnes, preparados, etc.), por lo que este truco es fácil de llevar a la práctica.

5. Decide con anticipación cómo utilizar el dinero

Siguiendo con el ejemplo del supermercado, Diana también observó que hacía la compra según se acababan los productos que utilizaba en casa, por lo que había semanas que iba varias veces. Lo que ocurría era que, en cada compra, además de llevar lo que necesitaba, siempre terminaba poniendo en la cesta algo extra, como unas galletas que estaban en oferta o un refresco que le apetecía en ese momento. Además de gastar más tiempo, también estaba gastando más dinero del necesario.

El truco al que acudió es uno de los más tradicionales y efectivos para mantener en orden la economía doméstica en ese tipo de casos: hacer una lista de la compra y, por supuesto, cumplirla. Decidir, antes de salir de casa, en qué se iba a gastar el dinero evitaba que comprase productos que no necesitaba o que encarecían su gasto en el supermercado. 

Elaborar un presupuesto mensual recogiendo, entre otros, los gastos del hogar, también es muy efectivo para gestionar el dinero y saber con certeza la relación entre los recursos disponibles, los gastos y la capacidad de ahorro.

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