La emergencia climática es el mayor reto al que se enfrenta la humanidad actualmente. Las personas y las organizaciones, tanto públicas como privadas, aceptan el impacto que tienen sus actuaciones sobre la salud del planeta para así tratar de mitigar sus efectos negativos sobre el medioambiente. Te contamos algunos pequeños gestos que puedes incorporar en tu día a día para contribuir a su cuidado. 

Cuando definimos qué es el cambio climático hablamos de las variaciones de temperatura y patrones del clima durante un tiempo prolongado. Este fenómeno ha existido siempre, ya que puede producirse por causas naturales como la radiación del sol o la actividad de los volcanes presentes en la tierra, entre otros, pero en ningún caso de forma tan extrema y alarmante. De hecho, según la Comisión Europea, estos condicionantes “han contribuido en menos de 0,1 °C al calentamiento total entre 1890 y 2010”.

¿Cuáles son las causas que provocan el cambio climático?

Ha sido la actuación humana la que, a partir del siglo XIX, se ha posicionado como el principal responsable del cambio climático. La Comisión Europea señala como causas principales el calentamiento global y la emisión de gases de efecto invernadero provocados, entre otros, por: 

  • La incineración de combustibles fósiles: destaca la explotación indiscriminada de recursos finitos como el carbón, el gas o el petróleo. Por ello, las fuentes de energía renovable que utilizan recursos como la luz solar, el agua o el viento son las alternativas sostenibles idóneas para evitar recurrir a elementos limitados y con un alto porcentaje de contaminación.

  • La deforestación: los árboles son pilares fundamentales cuando hablamos de la absorción del CO2 de la atmósfera, es decir, una forma completamente natural de regular el clima limitando el auge descontrolado del efecto invernadero. Al talar los bosques, este potente regulador se pierde.

  • La evolución de la ganadería: el consumo indiscriminado de carnes a nivel global -especialmente de vaca, cerdo o pollo- hace que la demanda de este tipo de alimentos sea excesivamente alta. Detrás del ganado vacuno, se encuentran las emisiones más altas producidas por el sector (5 gigatoneladas de CO2, según el Modelo de Evaluación Ambiental Global de la Ganadería publicado por FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

¿En qué consiste el efecto invernadero?

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Lejos de la creencia popular, este fenómeno es imprescindible para la vida en el planeta, ya que, a través de la presencia de determinados gases en la atmósfera, se absorbe parte de la radiación solar. De esta forma, facilita una temperatura estable al impedir que el calor se pierda.

¿Cuáles son las consecuencias del calentamiento global?

Problemas como el aumento de las temperaturas derivan en grandes desastres en la naturaleza como el deshielo de los polos, con el consiguiente aumento del nivel del mar; el incremento de la sequía y, por ende, de la probabilidad de incendios forestales; la intensificación de catástrofes naturales; o la pérdida de biodiversidad. 

A nivel social, el cambio climático también supone una gran amenaza, en tanto que impacta en la salud de las personas. Se producen mayores tasas de mortalidad y enfermedades derivadas de plagas que afectan a zonas de cultivo, peor calidad del aire, etc. Además, sus efectos socioeconómicos están patentes en las migraciones y el empleo, debido a que hay sectores como la agricultura, la pesca o el turismo que son muy vulnerables. Así, los eventos climáticos extremos –inundaciones, tormentas o sequías- provocan desplazamientos masivos.

¿Qué puedo hacer en la lucha contra el cambio climático?

Seguramente te lo hayas preguntado muchas veces, especialmente leyendo algunas de las causas y consecuencias que este fenómeno supone en el presente; y la respuesta abarca un sinfín de propuestas. Estas son cuatro de ellas: 

Cuidar los recursos limitados comienza por solo consumir los que son necesarios. Por ejemplo, debemos acudir a hacer la compra solo en aquellas ocasiones que realmente nos haga falta, optando siempre por apuntar los productos en una lista y así evitar caer en tentaciones que también dañen nuestra salud financiera. Además, es muy recomendable consumir productos locales y de temporada, en los que se reducen los tiempos de transporte y conservación de alimentos. 

Otros ámbitos en los que debemos hacer un consumo responsable los encontramos sin salir de casa: cerrar el grifo cuando no lo estemos usando, mientras nos duchamos; regular la temperatura del hogar o, simplemente, apagar la luz de una habitación si no es necesaria o podemos aprovechar la luz solar son algunos de los trucos para cuidar el planeta y nuestro bolsillo. 

En muchas ocasiones, solo usamos determinados bienes para el fin que están fabricados, sin darnos cuenta de que, tras ellos, se pueden esconder otras utilidades. De hecho, puede convertirse en una excelente actividad para hacer en compañía de otros miembros de la casa -especialmente con los más pequeños-. Por ejemplo, los envases de vidrio que suelen contener alimentos como la miel podemos usarlos para almacenar el material escolar en un escritorio. O, quizás, tras hacer una reforma en casa, se ha quedado algún palé que podemos limpiar y poner sobre él unos cojines para crear un sofá improvisado que colocar en nuestro jardín.  

En nuestro día a día generamos una gran cantidad de desperdicios que, como hablábamos en el punto anterior, pueden ser el origen de otros. En este caso, nuestra labor consistirá en reciclarlos, en función del material del que estén hechos, para que posteriormente se procesen y se aprovechen los materiales en la creación de nuevos productos. Además, esto evitará el uso excesivo de otros recursos como el agua: según la ONU, se necesitaría hasta un 50% menos, así como 17 árboles, por cada tonelada de papel reciclado. 

En los últimos años, no han parado de crecer plataformas que apuestan por este modelo de economía sostenible, que consiste en intercambiar, vender, alquilar o adquirir bienes y servicios de otras personas u organizaciones. Entre los más populares, se encuentra el uso de transporte compartido, el alojamiento en pisos turísticos, la reutilización de material escolar como los libros de texto, etc.

Además de estos sencillos trucos para aplicar en tu día a día, que te ayudarán en la transición hacia una economía verde, existen otras opciones que también pueden contribuir al compromiso con el medioambiente, como pueden ser las inversiones sostenibles -entre las que encontramos los bonos verdes- que se rigen por los criterios ASG.

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